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Charla en el IJM

Una propuesta de inversión Austríaca complementaria al Value

En mi anterior charla TEDx conté en poco más de 10 minutos cómo la industria de fondos nos toma el pelo. También qué podemos hacer para montarnos en casa nuestra propia Cartera Botijo; barata, eficaz y lejos de las garras de las ineficaces y caras recomendaciones bancarias.

En la charla que di el pasado 22 de febrero de 2017 invitado por el Instituto Juan de Mariana, tuve la oportunidad de profundizar un poco más en el marco conceptual que hay debajo de las «Estrategias Botijo» y especialmente por qué creo que funcionan.

En ella desvelo que, en el fondo, las Cartera Botijo son una consecuencia de aplicar dos principios de la Escuela Austríaca de Economía*. A saber:

  1. Que la evolución de los mercados, como epifenómenos de la acción humana, son impredecibles, y
  2. Que los ciclos económicos son inevitables, por mucho que se empeñen los bancos centrales en suavizarlos con sus intervenciones (en realidad, los agravan).

Vuelvo a recordar —por si no quedara suficientemente claro en la charla— que mi propuesta no va en contra del Value School, sino que pretende mostrar cómo, a partir de dos principios básicos en común con el estilo Value y mi propuesta, se puede derivar también una alternativa de inversión eficaz y complementaria al Value.

También comento otros temas clave de inversión, como por qué considero que invertir es, en última instancia, una actividad filosófica. Doy un repaso a los factores que realmente importan a la hora de invertir con éxito (Alerta SPOILER: predecir qué hará la Bolsa mañana no es uno de ellos) y por qué la simplicidad conceptual gana a la complejidad en el terreno de la inversión.

Sin más, os dejo con la charla, que espero disfrutéis:

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* Breve nota sobre la Escuela Austríaca de Economía: 

Para los que no han oído hablar nunca sobre la Escuela de Economía Austríaca (EAE), aclarar que no tiene nada que ver con cómo va la economía en Austria. Simplemente se da la circunstancia de que sus fundadores en el siglo XIX fueron mayoritariamente austríacos.

(Si prefieres vídeo, una breve introducción animada a esta corriente de pensamiento se puede encontrar aquí).

La característica más destacada de la EAE —y fundamental divergencia con el resto de Escuelas de Economía de la actual corriente principal— es su enfoque causal-realista fundado en el individualismo metodológico. Esto es, aplicar el concepto de intencionalidad al valor económico, considerando que el valor económico deriva de un juicio individual que expresa una preferencia («Principios de Economía Política», Carl Menger, 1871). Preferir algo equivale entonces a valorarlo, a clasificarlo jerárquicamente en una escala de valores propia y por lo tanto subjetiva.

La EAE se centra así en el análisis de los procesos dinámicos de cooperación social que caracterizan al proceso de mercado, dando especial relevancia a la función empresarial —indisoluble de la individualidad, libertad y acción humanas— y a las diferentes instituciones emergentes —esto es, no diseñadas por alguien y/o impuestas top-down— que hacen posible la vida en una sociedad libre. En dicha sociedad, la función empresarial es pues la expresión de la innata capacidad creativa de los seres humanos adaptándose al mundo real, quienes tienden a dirigir su intelecto hacia la búsqueda de medios para satisfacer determinados fines.

Este punto de partida tiene profundas consecuencias, no sólo a la hora de construir una teoría económica como es la EAE, sino también y de manera inevitable a la hora de invertir. Efectivamente, los mercados financieros también son el resultado agregado de millones de preferencias individuales cambiantes, por lo que dependerá de nuestra cosmovisión sobre ellos la manera de plantear la inversión.

Siguiendo a Menger, todas las ramas y autores de la EAE consideran que el motor de la economía son las acciones de los individuos libres (esta consideración será esencial a la hora de establecer límites a lo que es posible conocer o no de los órdenes emergentes que éstos producen). A partir de esta consideración, y a través de un razonamiento lógico-deductivo de sus implicaciones, se elaboran explicaciones de los fenómenos económicos del mundo real —tales como el valor, el intercambio, los precios, el tipo de interés o el beneficio empresarial—, hasta llegar a una ciencia comprehensiva de la acción humana, que incluye teorías de la estructura de producción, del dinero, de la empresarialidad, de los procesos de mercado y de los ciclos económicos («Dinero, crédito bancario y ciclos económicos», Jesús Huerta de Soto, 2000).

(Es interesante recordar que esta corriente de pensamiento económico fue en realidad «redescubierta» por los austríacos de finales del siglo XIX y principios del XX: Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Ludwig Lachmann y Joseph Schumpeter entre otros. Pero ya existió un precedente a esta forma de ver y entender el mundo en el trabajo de los autores escolásticos de la Escuela de Salamanca, que escribieron en los siglos XVI y XVII un conjunto de obras que conforman una visión de la organización social que enfatiza el carácter subjetivo, dinámico y creativo de la acción humana).

Por ejemplo, esta diferencia metodológica clave se revelará fundamental a la hora de concluir que es epistemológicamente imposible —independientemente de los medios destinados o un ilimitado talento— predecir la evolución de los mercados financieros.

Aunque la EAE gozó de una posición mucho más preeminente entre las Escuelas de Economía a finales del siglo XIX y principios del XX, es a partir de la II Guerra Mundial cuando empieza a perder presencia en el debate económico internacional tras un proceso generalizado de cuantificación matemática de la Economía, popularizado por y a través de los principales centros docentes públicos y privados de casi todo el mundo. A partir de entonces se impusieron los paradigmas keynesiano y neoclásico que abogan por puntos de vista estáticos de la Economía, deterministas, basados en agregados; y cuyo fin último pasa por dar soporte sistemático y presunta justificación a la ingeniería social top-down y la intervención masiva del sector público en la vida de las personas.

Resulta pues conveniente recuperar el paradigma de la EAE a la hora de invertir más allá de la inversión de estilo Value, ya que su cosmovisión o modelo del mundo es más coherentes —o al menos no entra en contradicción— con lo que podemos llegar a conocer de los mercados; esto es, su epistemología.

En otras palabras, el paradigma de la EAE nos da a la hora de invertir una “ventaja filosófica” con respecto a otras cosmovisiones de la economía y los mercados; pues es el más apropiado para tratar órdenes emergentes producto de la acción humana como son los mercados financieros.

«Las dos armas más poderosas de todo inversor son: (i) Aceptar nuestra propia ignorancia, y (ii) ser conscientes de lo poco que podemos saber sobre el futuro.»

—Benjamin Graham

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