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¿A qué vienes aquí?

Antes de abrir cuenta en un broker, gestora o banca privada, propongo incluir la siguiente pregunta en el formulario de apertura al cliente:

—¿Qué busca Usted a la hora de invertir?

Seleccione una o varias opciones:

(Cliente ideal de todo broker. Se va a hinchar a operar hasta pulirse todo su patrimonio. Aquí una lista para «conseguirlo» en sólo 20 twitts).

(Cliente/víctima ideal del típico «Curso intensivo de fin de semana para aprender a operar con éxito en los mercados y vivir de ello» ofrecido por el gurú de moda en alianza, curiosamente, con algún ‘desinteresado’ broker. El hecho de que ningún inversor en la historia haya conseguido de manera sostenida esa rentabilidad acumulada del 100% al año es un nimio detalle sin importancia).

(Cliente ideal para el timo de los Fondos Garantizados, en los que lo único garantizado es que el cliente conseguirá menor rentabilidad que si hubiera comprado directamente el bono subyacente, mientras la gestora se queda con la diferencia «in your face»).

(Cliente perfecto del asesor/vendedor/banquero que cobra por retrocesiones, endosándole al cliente el fondo de moda (¡que ni siquiera necesita venederle!) sin que vea (o no quiera ver) el rejón que le está metiendo mientras le dice que le asesora «gratis»).

(Cliente típico de sucursal bancaria. Carne de cañón. El Soylent Green del que se alimenta el grueso de esta industria de distribución que gana 2.400 millones de Euros en España. Se traga cualquier cosa que le echen, desde Preferentes , pasando por exclusivos «Productos Amarillos«, hasta fondos de inversión más mediocres que un concursante de Tele5 en un debate de La Clave).

(Cliente ‘benefactor’ del sector de la inversión colectiva, buscando mantener con sus aportaciones al sector menos rentable y con mayor estructura de comisiones).

(Cliente soñado por la banca privada al que se le extiende una alfombra roja bajo sus pies: «Tómese una copa de champán en nuestro salón de caoba privado mientras seleccionamos los más exclusivos y caros productos para Usted. Le vamos a cargar con tantas capas de comisiones visibles e invisibles que no va a saber ni por dónde le vienen las host***; perdón, los rejones quería decir. Al final sólo conseguirá la mitad de lo que podría conseguir —ver punto 5 aquí— pero no se preocupe, como ya es rico nos lo perdonará por hacerle la pelota. Además, Usted se sentirá VIP en todo momento y podrá presumir con sus amigos de ser cliente de nuestra exclusiva firma que sólo esquilma a millonarios»).

(Cliente que se empeña en buscar mandarinas en un campo de pastoreo. En las antípodas de la opción E, su gran curiosidad no enfocada le hace confundir cualquier noticia con la señal definitiva que le va a iluminar sobre «la estrategia perfecta», que abandonará a la mañana siguiente con la llegada de nuevas noticias o (aparentes) nuevas ideas. Es incapaz de mantenerse fiel a una estrategia, por lo que aunque invierte puntualmente de manera sobria y rentable, no es consistente y acaba acumulando pérdidas por ir saltando y cambiando constantemente de estrategia, fondos y asesores).

(Cliente que ninguna entidad bancaria o broker quiere, porque no es rentable. Apenas hace operaciones y nunca contrata los fondos caros de moda que dejan retrocesiones. Además siempre está llamando y molestando con preguntas, pidiendo que le bajen las comisiones y cotejando los fundamentos de una inversión sobria).

Los mercados financieros reciben con los brazos abiertos a todo el mundo independientemente de sus objetivos. Pero no tener claro a qué se acude a los mercados financieros es similar a lanzarse de cabeza a la piscina sin comprobar primero si hay agua o no. En otras palabras, lo más probables es que se pague el precio más alto posible por descubrirlo: perder nuestro patrimonio.

De hecho, son muchos los que definen los mercados como el lugar donde el dinero de los que no se han molestado en aprender de qué va esto pasa, en el largo plazo, a manos de aquellos que sí se han preocupado por saber un poco de qué va (o al menos conocen los factores clave del asunto) y cuáles son sus riesgos y límites naturales. Porque si no tienes claro qué vas a pedirle a los mercados financieros, lo más probable es que te cueste tus ahorros descubrirlo.

Por supuesto, soy realista y sé que esta jocosa propuesta, junto a otras propuestas aún más jocosas (MiFID-N-ésimo) para ayudar al cliente, nunca se llevarán a la realidad. La industria necesita vacas a las que exprimir, así que como dicen muchos RRPP de la industria: «es bueno que el cliente tenga algo de cultura financiera, pero no demasiado«.

Caveat emptor

No hay escapatoria ni atajos, elegir la Opción I cuesta trabajo y tiempo, mientras que cualquier otra opción resulta infinitamente más seductora, fácil e inmediata. Le corresponde pues al futuro inversor enterarse de qué va esto, aprender y distinguir entre lo que es posible e imposible, y estudiar qué se puede hacer dentro de lo posible. Que no espere el inversor o cliente la bondad angelical de un Gobierno protector o una industria que dice mirar por sus intereses. El primer y más importante paso —ése para descartar los cantos de sirena, exteriores e interiores, que sólo conducen a la ruina— es y será siempre responsabilidad del propio inversor.

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