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La naturaleza humana y los Factores de Inversión

¿Qué son los factores de inversión y su versión comercial, el Smart Beta? ¿Existen? Y si es así, ¿cuál es su origen?

Para contestar estas preguntas, recordemos una llamada telefónica clave de la película Drive (2011), Ryan Gosling pregunta: “¿has oído alguna vez la historia del escorpión y la rana?”

De la Wikipedia:

El escorpión y la rana es una fábula atribuida a Esopo, en la que un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río. La rana teme que el escorpión le pique, pero éste le promete no hacerle ningún daño pues si la rana se hunde, él se ahogaría también. La rana accede subiéndole a sus espaldas pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta incrédula «¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos», ante lo que el escorpión responde: «no he tenido elección, es mi naturaleza«.

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La fábula se usa para ilustrar cómo el comportamiento de algunas criaturas o personas es irreprimible y por lo tanto inevitable, sin importar la información de que dispongan y a pesar de las consecuencias. En términos modernos, diríamos que nuestro comportamiento está grabado en lo más profundo de nuestra naturaleza biológica, y que poco se puede hacer por ir en contra de dicha naturaleza.

Podemos decir que, de cara a enfrentarnos a los mercados financieros, nacemos bastante defectuosos, tanto a nivel de hardware (con nuestros sesgos cognitivos) como de software (con las trampas de las falacias lógicas). Pero esto no es una mala noticia. Al contrario, si aprovechamos nuestras «taras» naturales, podemos mejorar mucho los resultados de gestión.

Esto es así porque el ser humano es un instrumento determinista lanzado a un universo impredecible y probabilístico. Nuestro cerebro, el hardware con el que todos nacemos, es el producto de cientos de millones de años de evolución biológica adaptándose a un entorno que ya no existe. Eso es un hecho que no podemos cambiar.

No soportamos la incertidumbre, y siempre estamos buscado maneras de tener la sensación de que controlamos lo que pasa. Por eso —como explica Yuval Harari en Sapiens— nos contamos historias los unos a los otros. Inventamos mitos y religiones para calmar nuestros niveles de ansiedad frente a la desconocido e impredecible.

Uno de los mitos que nos contamos es el método científico, que es «la forma de contarnos el universo» más útil que hemos encontrado por ahora. Gracias a la Ciencia, hemos descubierto lo poco que sabemos y lo poco que «vemos» del mundo real a través de nuestros limitados sentidos. Alrededor de un 95% de la realidad física es invisible para nosotros. Apenas percibimos una rendija del espectro electromagnético, o del sonoro. Mucho menos del entorno químico que apenas olemos. Y somos totalmente ciegos a otras manifestaciones de la realidad en la que estamos sumergidos como el océano de neutrinos que constantemente nos atraviesan, o las ondas gravitatorias que nos recorren.

No hay nada malo en ello, no nos hacía falta «percibir más» para sobrevivir en el entorno de cazadores-recolectores en el que dimos el último paso evolutivo hasta llegar a lo que hoy somos biológicamente.

Pero hoy en día, hemos creado una realidad paralela en la que vivimos como sociedad, que es un 100% invisible a nuestros limitados sentidos. Nuestro cerebro paleolítico está desconcertado. Nos movemos, crecemos y desarrollamos en un mundo abstracto y simbólico que no existe en el mundo físico. Hemos creado un universo paralelo al que sólo tenemos acceso vía nuestras también limitadas y sesgadas capacidades cognitivas.

Es normal entonces que surjan roces, malentendidos, choques entre nuestra realidad biológica —ese cerebro adaptado a un entorno que ya no existe y con el que todos nacemos— y la invisible realidad económico-social que intentamos comprender para poder adaptarnos y sobrevivir en ella.

Lógicamente, no podemos encajar o funcionar sin errores en un universo artificial para el que nuestro hardware no está diseñado. Esperar otra cosa sería como esperar que un tigre haga amistad con un cervatillo. Eso sólo pasa en las películas Disney.

Estas particularidades de nuestro cerebro tienen una clara manifestación en los mercados financieros. Y lo seguirán teniendo mientras las decisiones de inversión (fuera del HFT) las sigan tomando humanos equipados con hardware diseñado para sobrevivir como cazador-recolector, no para tomar decisiones racionales basada en información borrosa y parcial:

Se pueden mover montañas y desviar el curso de los ríos, pero no se puede cambiar la naturaleza humana.

Proverbio medieval japonés

*     *     *

 

Estas desviaciones de la racionalidad —debidas a los sesgos cogintivos y emocionales que, como hemos contado, todos sufrimos por estar equipados con el mismo hardware— producen efectos en la formación de precios de los mercados financieros que han sido bien estudiados y documentados. Se trata de las principales cuatro anomalías que a pesar de ser bien conocidas, persisten al paso del tiempo. Estas anomalías nos dan la oportunidad de invertir aprovechando:

  • La baja volatilidad de algunas acciones con respecto al resto del mercado.
  • Su pequeño tamaño comparado con otras acciones similares.
  • Su minusvaloración por parte del mercado, generando el estilo Value de inversión, que tan popular se ha hecho en España estos últimos años.
  • Su momentum o tendencia a continuar subiendo de precio más allá de lo que sería racional.

Distorsiones conocidas en la literatura como factores de inversión, o si nos referimos a sus vehículos invertibles, inversión smart beta. Podríamos decir que estos factores emergen de las propiedades biológicas individuales de los participantes en los mercados, para hacerse visible al nivel macro-social de la evolución de los precios.

Esquemáticamente, éste sería el origen y fundamento de las anomalías del mercado que, siendo lógicos y racionales, no deberían existir:

Sesgos

Resulta curioso que, a pesar de que estas anomalías son bien conocidas, el hecho de explotarlas no ha producido su desaparición del mercado. Algo que, según la Teoría del Mercado Eficiente debería suceder en cuanto una anomalía es detectada, pues a medida que más actores intentan aprovecharse de ella, eliminan o reducen considerablemente su existencia hasta convertirla en un arbitraje no rentable.

Pero la realidad es muy tozuda y sigue contradiciendo «la teoría». Como en la fábula del escorpión y la rana o el proverbio japonés, parece ser que, a pesar de saber cómo somos, no podemos evitar seguir siendo como somos.

Contra la estupidez,
los propios dioses
luchan en vano.

Friedrich von Schiller

Y esto es una muy buena noticia, ya que nos ofrece importantes oportunidades para mejorar nuestras inversiones si sabemos utilizar la naturaleza humana en nuestro favor, aceptándola tal y como es, no como nos gustaría que fuera.

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«Las dos armas más poderosas de todo inversor son: (i) Aceptar nuestra propia ignorancia, y (ii) ser conscientes de lo poco que podemos saber sobre el futuro.»

—Benjamin Graham

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