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¿A qué vienes aquí?

Antes de abrir cuenta en un broker, gestora o banca privada, propongo incluir la siguiente pregunta en el formulario de apertura al cliente:

—¿Qué busca Usted a la hora de invertir?

Seleccione una o varias opciones:

  • Opción A: Vengo a hacerme millonario. Antes del verano, si no es mucha molestia.

(Cliente ideal de todo broker. Se va a hinchar a operar hasta pulirse todo su patrimonio. Aquí una lista para «conseguirlo» en sólo 20 twitts).

  • Opción B: Vengo a sacarme «el jornal». No soy ambicioso y me conformo con sacarle «solo» 3.000 euritos al mes a mis 50.000 Euros. Si puede ser que sea operando de 9 a 12, que luego tengo clase de golf.

(Cliente/víctima ideal del típico «Curso intensivo de fin de semana para aprender a operar con éxito en los mercados y vivir de ello» ofrecido por el gurú de moda en alianza, curiosamente, con algún ‘desinteresado’ broker. El hecho de que ningún inversor en la historia haya conseguido de manera sostenida esa rentabilidad acumulada del 100% al año es un nimio detalle sin importancia).

  • Opción C: Vengo a sacarle mucha rentabilidad a mis ahorros, pero no quiero ningún riesgo ¿eh?, que me ha costado mucho «juntarlos».

(Cliente ideal para el timo de los Fondos Garantizados, en los que lo único garantizado es que el cliente conseguirá menor rentabilidad que si hubiera comprado directamente el bono subyacente, mientras la gestora se queda con la diferencia «in your face»).

  • Opción D: Vengo buscando al gestor/fondo de moda para «meter» mis ahorros. Me dan un poco igual los costes, al final su extraordinario genio compensará cualquier otro factor. Además todos mis amigos han invertido ya en él y no quiero ser el último tonto en hacerlo, así que rapidito esa suscripción.

(Cliente perfecto del asesor/vendedor/banquero que cobra por retrocesiones, endosándole al cliente el fondo de moda (¡que ni siquiera necesita venederle!) sin que vea (o no quiera ver) el rejón que le está metiendo mientras le dice que le asesora «gratis»).

  • Opción E: No sé qué hacer con mi dinero ni me interesa aprender, recomiéndeme «algo bueno». Como Usted lleva siempre traje y corbata y su lujosa oficina me trasmite confianza, me fío de lo que me diga.

(Cliente típico de sucursal bancaria. Carne de cañón. El Soylent Green del que se alimenta el grueso de esta industria de distribución que gana 2.400 millones de Euros en España. Se traga cualquier cosa que le echen, desde Preferentes , pasando por exclusivos «Productos Amarillos«, hasta fondos de inversión más mediocres que un concursante de Tele5 en un debate de La Clave).

  • Opción F: Quiero invertir a largo plazo para mi jubilación… Nooo, ¡era broma! En realidad sólo busco la desgravación fiscal, así que me da igual dónde lo metas y me da igual el largo plazo; que aún soy muy joven para pensar en eso.

(Cliente ‘benefactor’ del sector de la inversión colectiva, buscando mantener con sus aportaciones al sector menos rentable y con mayor estructura de comisiones).

  • Opción G: Ya soy millonario. Un respeto. Con mi gran patrimonio no me importa pagar más por tener lo más caro y exclusivo (aunque no sea mejor), así que no quiero cosas vulgares en mi cuenta.

(Cliente soñado por la banca privada al que se le extiende una alfombra roja bajo sus pies: «Tómese una copa de champán en nuestro salón de caoba privado mientras seleccionamos los más exclusivos y caros productos para Usted. Le vamos a cargar con tantas capas de comisiones visibles e invisibles que no va a saber ni por dónde le vienen las host***; perdón, los rejones quería decir. Al final sólo conseguirá la mitad de lo que podría conseguir —ver punto 5 aquí— pero no se preocupe, como ya es rico nos lo perdonará por hacerle la pelota. Además, Usted se sentirá VIP en todo momento y podrá presumir con sus amigos de ser cliente de nuestra exclusiva firma que sólo esquilma a millonarios»).

  • Opción H: Vengo a que me entretengan. Me aburro mucho y no se me ocurre con qué entretenerme. Así que hágame un resumen de las noticias de la última media hora, cuénteme un par de nuevas estrategias originales al día, las razones de porqué el mercado subió por la mañana y bajó por la tarde, y por qué las correlaciones a mediodía no eran las mismas que por la noche.

(Cliente que se empeña en buscar mandarinas en un campo de pastoreo. En las antípodas de la opción E, su gran curiosidad no enfocada le hace confundir cualquier noticia con la señal definitiva que le va a iluminar sobre «la estrategia perfecta», que abandonará a la mañana siguiente con la llegada de nuevas noticias o (aparentes) nuevas ideas. Es incapaz de mantenerse fiel a una estrategia, por lo que aunque invierte puntualmente de manera sobria y rentable, no es consistente y acaba acumulando pérdidas por ir saltando y cambiando constantemente de estrategia, fondos y asesores).

  • Opción I: Vengo a rentabilizar mis ahorros sensatamente en el largo plazo. Sé que los unicornios no existen, pero también sé que es factible conseguir una rentabilidad razonable si se hacen las cosas bien, le dedico esfuerzo y tiempo, y sobre todo soy honesto conmigo mismo.

(Cliente que ninguna entidad bancaria o broker quiere, porque no es rentable. Apenas hace operaciones y nunca contrata los fondos caros de moda que dejan retrocesiones. Además siempre está llamando y molestando con preguntas, pidiendo que le bajen las comisiones y cotejando los fundamentos de una inversión sobria).

Los mercados financieros reciben con los brazos abiertos a todo el mundo independientemente de sus objetivos. Pero no tener claro a qué se acude a los mercados financieros es similar a lanzarse de cabeza a la piscina sin comprobar primero si hay agua o no. En otras palabras, lo más probables es que se pague el precio más alto posible por descubrirlo: perder nuestro patrimonio.

De hecho, son muchos los que definen los mercados como el lugar donde el dinero de los que no se han molestado en aprender de qué va esto pasa, en el largo plazo, a manos de aquellos que sí se han preocupado por saber un poco de qué va (o al menos conocen los factores clave del asunto) y cuáles son sus riesgos y límites naturales. Porque si no tienes claro qué vas a pedirle a los mercados financieros, lo más probable es que te cueste tus ahorros descubrirlo.

Por supuesto, soy realista y sé que esta jocosa propuesta, junto a otras propuestas aún más jocosas (MiFID-N-ésimo) para ayudar al cliente, nunca se llevarán a la realidad. La industria necesita vacas a las que exprimir, así que como dicen muchos RRPP de la industria: «es bueno que el cliente tenga algo de cultura financiera, pero no demasiado«.

Caveat emptor

No hay escapatoria ni atajos, elegir la Opción I cuesta trabajo y tiempo, mientras que cualquier otra opción resulta infinitamente más seductora, fácil e inmediata. Le corresponde pues al futuro inversor enterarse de qué va esto, aprender y distinguir entre lo que es posible e imposible, y estudiar qué se puede hacer dentro de lo posible. Que no espere el inversor o cliente la bondad angelical de un Gobierno protector o una industria que dice mirar por sus intereses. El primer y más importante paso —ése para descartar los cantos de sirena, exteriores e interiores, que sólo conducen a la ruina— es y será siempre responsabilidad del propio inversor.


7 comentarios

  1. Estupendo articulo , didactico , veridico y con mucho sentido del humor negro , porque lo que cuentas es real como la vida misma

  2. ¡Brutal artículo! 😀

    Te he descubierto ayer, y llevo todo el fin de semana disfrutando de la lectura de tus artículos y conferencias. Desde hoy no me voy a perder nada de lo que nos aportes.

    Saludos y gracias

  3. Eres un crack Marcos! Gracias por haberme enseñado tanto. Te descubrí en enero 2020 y desde entonces he buscado todo lo que has escrito y cada podcast donde apareces, aunque el tema sea repetido 🙂 No me canso de aprender de ti, me sorprende sobretodo tu honestidad y transparencia, y tus ganas de enseñar sin perseguir ningún interés, que grande eres!

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«Las dos armas más poderosas de todo inversor son: (i) Aceptar nuestra propia ignorancia, y (ii) ser conscientes de lo poco que podemos saber sobre el futuro.»

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